Que no sepa la rosa que se muere,
que el viento le arrancó todas sus hojas
que continúe creyendo que es hermosa
oculta en la blancura de la nieve.
Que no sepa el pintor que sus pinturas
no lucen ya colgadas en salones,
que en un desván se borran los colores
de aquel hermoso bodegón de frutas.
Que no sepa el poeta que se apaga
que sueñe con aplausos y ovaciones
que crea que aun le rinden los honores
aquellos que olvidaron sus poemas.
Dejémosles seguir en la confianza
de que el reloj paró sus manecillas
eternizando lo bello de sus vidas
mientras la Parca espera en lontananza.
Que se queden dormidos sin saber
que el mundo se olvido ya de su gloria
que permanezca por siempre en su memoria
cuando renazcan en otro amanecer.
Julia L. Pomposo