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viernes, 16 de febrero de 2018

RELATO CORTO EN TRES CAPÍTULOS

Hoy cambio de registro, aparco los poemas para dejaros este relato o cuento en tres capítulos, espero que os guste. El mensaje es duro pero tristemente cierto.



PARA LOS QUE CREEN QUE EL INFIERNO NO EXISTE


Capítulo 1º

        Eva abrió los ojos y miró a su alrededor sin saber dónde estaba. Durante unos minutos se dedicó a inspeccionar la habitación donde se encontraba.
        Era pequeña y muy limpia sin más mobiliario que la cama de hierro articulada en la que estaba acostada y a su izquierda una especie de repisa en la pared, que hacía las funciones de mesilla de noche, sobre la que había una caja de pañuelos de papel y una botella de agua mineral, ambas sin abrir. En la pared de la derecha había un amplio ventanal que dejaba pasar la luz tenuemente a través de las rendijas de una persiana de plástico de color azul.  El ambiente estaba agradablemente refrigerado y un olor a mezcla de alcohol, yodo y éter, tan característico de los hospitales, flotaba en el aire.

        De pronto la inspección quedó interrumpida por la entrada en la habitación de una enfermera que al verla despierta la saludó sonriente, _¡Vaya, por fin has despertado! ¿Cómo te encuentras?_ Y dirigiéndose hacia la ventana levantó la persiana dejando que la luz del día inundara el pequeño cuarto. Mientras le tomaba la temperatura le explicó lo que había ocurrido.
        Hace tres días que estás aquí ¿no lo recuerdas?, alguien te encontró en una callejuela del barrio antiguo inconsciente y magullada y avisó a la policía, ellos te trajeron. _Ahora descansa, luego pasará el doctor a visitarte_ y volvió a salir dejando a Eva confundida y sumida en sus pensamientos.

       Poco a poco los recuerdos fueron abriéndose paso en su cabeza y unas lágrimas calientes y amargas comenzaron a rodar por sus mejillas. ¿Cómo había caído tan bajo hasta llegar a esta situación?, apenas hacía un año que había comenzado todo, cuando alguien que a su vez conocía a alguien de su círculo de amigos, la invitó a una fiesta en la que el alcohol abundaba y en la que se jugaba a un juego que consistía en hacer girar suavemente  una mesita redonda sobre la que habían colocado varios vasos llenos de whisky, unos de los cuales llevaba además un “premio”, cada uno cogía el vaso que se había parado frente a él y Eva fue la “afortunada” en aquella especie de ruleta rusa.
       Al poco rato empezó a notar como una sensación de ingravidez la invadía y comenzó a elevarse sobro todos ellos, ¡era genial! Podía verlos bailando y riendo pero ya no los oía, ¡tan alto había volado! A su alrededor se agitaban millones de lucecitas que continuamente cambiaban de forma y color, como si de un inmenso calidoscopio se tratase. No recordaba cómo acabó la fiesta ni cómo llegó a su casa pero despertó en su habitación con un fuerte dolor de cabeza y unas terribles náuseas y en aquel momento se prometió a sí misma que no volvería a ocurrir, pero ocurrió…




Capítulo 2º   
   
 Su madre ya le había aconsejado en varias ocasiones que cambiase de amistades, que aquel grupito con el que salía era una mala influencia para ella, pero Eva siempre se burlaba acusándola de vivir obsesionada con el fantasma de la droga y solía decirle _ no te preocupes, tu hija tiene muy claro que nunca entrará en ese sórdido mundo_ pero había entrado…¡Y cómo!

       Al principio fueron pequeños asaltos al monedero  de mamá pero pronto se fue convirtiendo en algo más serio. Hoy unos pendientes, mañana un anillo y así, poco a poco, fueron desapareciendo las escasas joyas que había en la casa.

       Después había perdido el trabajo de fin de semana que tenía en un restaurante de comida rápida, demasiadas sisas a la caja y demasiados bolsos de compañeras robados acabaron por acusarla a ella, a la que milagrosamente, nadie robaba nunca.

        Sus, cada vez más frecuentes, idas y venidas al barrio antiguo donde habitaba toda la crem de la crem de los camellos y traficantes de la ciudad, eran su única ocupación.

       Vivía en un infecto cuartucho sin ventilación de una inmunda pensión del mismo barrio, desde aquel día en que su madre se había negado a darle dinero y ella, ciega de furia había levantado la mano para golpearla y así habría sido si en aquel momento no hubiese llegado su hermano impidiéndoselo. Luego se enteró por alguien  de que su madre había muerto de un infarto dos meses después y supo entonces que había sido ella la culpable de su muerte, pero ni los tres días que permaneció sin salir de la pensión, ni todas las lágrimas que había derramado en aquellos días, podrían ya hacer nada y ella tendría que vivir de ahora en adelante con el peso de aquella losa sobre su conciencia.



Capítulo 3º

      La primera vez que vendió su cuerpo para conseguir dinero con el que seguir alimentando su adicción, sintió una repugnancia infinita pero poco a poco lo fue haciendo cada vez con más frecuencia hasta convertirse para ella en una simple fuente de ingresos con la que poder aplacar aquel monstruo que le devoraba  las entrañas. No quería pensar en cuantas vejaciones, humillaciones y vilezas había tenido que soportar, a veces por tan solo unas pocas monedas.
        Solo tenía veintidós años pero aparentaba casi cuarenta. Su pelo había pasado de ser una hermosa melena brillante y cobriza a una especie de maraña sucia y sin color. Todo su pensamiento lo ocupaba la necesidad de conseguir dinero y no tenía ni tiempo ni ganas de ocuparse de nada más.

        Eva no sabía cuanto tiempo llevaba sumida en sus recuerdos, cuando de pronto se abrió la puerta y entró el doctor; era un hombre de unos cuarenta y cinco años, alto y de tez algo pálida que la saludó con un ¿Cómo te encuentras?. El Dr. Bravo le explicó que su estado era delicado pues padecía una anemia bastante seria y le advirtió que debía cambiar de vida si no por ella, al menos por el hijo que estaba esperando, ya que se encontraba embarazada de más de dos meses. Seguidamente se fue dejando a Eva sumergida en un mar de confusiones. Su primer sentimiento fue de pánico ¡Qué iba a hacer ella con un bebé¡…Pero poco a poco, la idea fue tomando forma dentro de su cabeza y el pánico inicial se fue convirtiendo en almo más dulce que le inundaba el corazón.



Epílogo

         ¿Por qué no?, eso sería el aliciente para empezar a cambiar de vida. Llamaría a su hermano, que tantas veces había  intentado entablar contacto con ella, él le ayudaría y tendría a su hijo y se esforzaría en encontrar un trabajo para poder criarlo y cuidarlo.

          Plácidamente se fue quedando dormida, ya habría tiempo mañana de seguir planeando la llegada de su bebé, mañana comenzaría una nueva etapa de su vida y eso la asustaba, sabía que sería muy duro y nada fácil, vendrían días de desesperación y amargura en los que querría dejarlo todo, pero también sentía mucha ilusión y una gran esperanza llenaba su ánimo. Atrás quedaría el infierno del tiempo vivido, ser madre sería  una maravillosa experiencia, ahora tenía un motivo para seguir viviendo  y por lo que luchar y con estos pensamientos se quedó dormida,  mientras una sonrisa iluminaba su rostro.

                                                                                     FIN
Julia L. Pomposo

viernes, 2 de febrero de 2018

PEREJILILLO

Este poema está dedicado a todas esas abuelas, que por circunstancias de la vida, se ven obligadas a criar ellas a sus nietos, con las responsabilidades y consecuencias que eso conlleva. Va para ellas.

       Perejilillo
Nadie conoce su nombre
le llaman Perejilillo               
porque su abuela de verde
siempre le lleva vestido.

Le verás correteando
alegre por la vereda
y detrás refunfuñando
se oye gritar a la abuela.

Perejilillo vamos, no te entretengas
que ya se van tus amigos,
que llegas tarde a la escuela

¡Qué niño, Señor, que niño!
¡Qué guerra por Dios, que guerra!
que ganas tengo que crezca,
va rezongando la abuela,
que ya me pesan los años
y no estoy para carreras.

Pero un día que corría
Perejilillo a la escuela
al atravesar el puente
sobrevino la tragedia

Su pobre abuela no pudo
alcanzarlo en su carrera
quedó perpleja mirando como desaparecía
en el agua su cabeza.

Ha pasado más de un año
y el corazón se te rompe
cuando encuentras a la abuela
murmurando y cabizbaja
solita por la vereda.

Perejilillo vamos, Perejilillo venga
Perejilillo vuelve 
que está muy sola tu abuela

Que por mucho que me enfade
quiero tenerte conmigo
que eres carne de mi carne
eres hijo de mi hijo

Que si tú no vuelves niño
¿Para qué vive esta vieja?
Que sin ti, Perejilillo
nada en la vida me queda.

Julia L. Pomposo



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