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sábado, 16 de septiembre de 2017
EL ROBLE DEL JARDÍN
La noche pasada la tormenta había sido imponente y no había parado de nevar hasta bien entrada la madrugada, ahora un gélido y cortante viento azotaba las ramas del viejo roble que ocupaba gran parte de nuestro pequeño jardín.
El viejo y frondoso roble que había plantado mi abuelo un siglo atrás y en el que podría decirse que estaba escrita la historia de mi vida, ya que muchos de los momentos más importantes de ella, habían ocurrido al amparo de sus ramas.
Sobre su copa, mi hermano y yo, solíamos jugar de pequeños, sintiéndonos Robinson y Viernes o Tarzán y Jane, incluso habíamos construido una endeble y destartalada cabaña entre sus ramas, que crujía alarmantemente cada vez que subíamos y bajábamos de ella.
Seguí creciendo a su sombra y durante mi adolescencia su vieja corteza se fue tatuando con sangrantes corazones atravesados por una flecha, eso si, siempre con distintas iniciales, dependiendo de como se llamase el "noviete" de turno. Años más tarde sirvió de decorado para la foto oficial de mi boda y que aún hoy, preside la chimenea del salón.
Bajo su manto protector solía colocar la cuna-moisés de mi bebé, al resguardo de los rayos del sol en las cálidas tardes de primavera, mientras que yo me dedicaba a enredar entre las margaritas y azaleas del jardín. También bajo el viejo roble descansaba, hacía dos años ya, mi querido amigo Pucky, el bonachón San Bernardo que me había acompañado fielmente durante dieciséis años, sin otro objetivo en su vida que el de adorarme, con ese amor leal y totalmente desinteresado que solo un perro es capaz de dar.
Y a su sombra protectora continúo sentándome hoy día en las tardes soleadas para dar un merecido descanso a mi pobre osamenta mientras que mi mirada se pierde en la distancia y mis recuerdos, como hoy, vuelan libres.
Siempre he pensado que algún día, cuando me llegue la hora de partir, me gustaría descansar al abrigo de sus ramas para poder enredarme entre sus raíces y fundirnos en uno solo, Pucky, el roble y yo.
De pronto un intenso resplandor seguido de un trueno, rompieron el hilo de mis pensamientos. Había estado tan absorta divagando por mis recuerdos, que no había notado que la tormenta había vuelto con más furia todavía que el día anterior. Solo tuve el tiempo justo para mirar por la cristalera del salón y ver como el rayo partía en dos a mi viejo y querido roble.Y mientras lo veía caer herido de muerte, sentía como al mismo tiempo dentro de mi, algo se moría con él.
Julia L. Pomposo
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buenos días :
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la narración de parte de tu infancia y la caída del viejo roble, los primeros años de nuestra vida jamás se olvida hay tantos recuerdos en esos años...
Me ha gustado mucho lo que me has escrito en mi blog ,algo te recordó también que dices que te cayo una lágrima, será un plcer verte otra de nuevo.
Feliz fin de semana.
Besos
Gracias Marina, me alegra que te agrade pero debo aclararte que tan solo es un cuento inventado. Jamás he tenido ni un jardín ni mucho menos un roble. ya me hubiese gustado, lo único cierto es que tengo un hermano, jajaja.
ResponderEliminarBesos
Un sentir latente se siente así cuando se rompen las cosas amadas
ResponderEliminarda igual de que índole sea...todo tiene su fin
pero donde hay raíces siempre brota la vida.
saludos.
Gracias Magdeli, por tu visita y por tu amable comentario.
EliminarUn fuerte abrazo
Julia vine a mirar por si no hubiera entrado mi comentario ,me pasa a veces ...y lo que me ha hecho sonreír es que tu publicación es un cuento inventado,,,bueno así como mis novelitas que las escribí en 1998...y son unas 7...a 9 y ahora las vuelvo a publicar, pero me cansan al saber el final de todas y tengo ya ganas de escribir algún poéma...besos
ResponderEliminarJajajaja
EliminarBesos de nuevo
Me has hecho sentir pena. Está tan bien escrito tu relato que lo sentí.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias querida Sara, me alegra saber que despierta sentimientos,eso me anima a seguir ententándolo.
EliminarBesos
Es una pena la pérdida de aquel viejo roble, yo tuve un pino que fue derribado al paso de una carretera cerca de la casa de los abuelos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tu pino supongo que era real, mi roble es inventado, pero los sentimientos son los mismos.
EliminarBesos
Ese dolor se siente cuándo algo querido se rompe. En la vieja corteza del árbol estaban escritos recuerdos de toda una vida y eso cala muy dentro, pero puede que de sus raíces vuelva a brotar vida y un nuevo roble comience una nueva andadura.
ResponderEliminarHermoso relato Julia.
Un cálido abrazo
Me alegra saber que mi cuento te ha gustado, no son historias reales pero me esfuerzo en intentar que lo parezcan.
EliminarBesos
Una bella narrazione, un bel post !
ResponderEliminarMille grazie
EliminarUn abbraccio
Hola Poetiza uuff profundo dices siento su sombra todas las tardes uuff profundo texto que llega al alma excelente relato bella, un beso grande desde mi brillo del mar
ResponderEliminarGracias cariño, tus palabras me conmueven.
EliminarBesos
Ver morir a un árbol es ver como se esfuma parte de una historia. Esta historia me ha erizado, es genial, los árboles tienen algo de humanos, guardan mucho en su interior.Un placer leerte Julia.
ResponderEliminarBesos.
Me alegra saber que tee ha gustado. Gracias por venir a leerme.
EliminarBesos
Una bonita y a la vez nostálgica historia. Que bien la has escrito. Besos
ResponderEliminarGracias Alicia, es todo un honor que me leas y que encima, te guste.
EliminarBesos
Asi es la naturaleza julia, en tu google mas bajo la entrada de magdalenas brandy, te inclui otra bella postal de buenos aires argentina tomada por mi, abrazo fuerte desde el fin del mundooo.
ResponderEliminarGracias David,por tu visita y por tu invitación a Google+, tienes que perdonarme porque no controlo mucho este apartado de Google, no le pillo el truco.
EliminarAhora me paso a ver tus fotos.
Besos
¡Ohhh! el final de tu precioso relato me ha dado pena. En realidad, cualquier ruptura, rotura, desaparición, separación...da pena.
ResponderEliminarEncantada de volver a tu casa,Julia.
Un besazo