debió de pensar Yavé,
que el mundo estaba incompleto
si faltaba la mujer.
Hizo que el hombre durmiera
y le sacó una costilla
para hacer¡Oh maravilla!
del hombre, la compañera.
Le arrancó rayos al sol
para formar sus cabellos
y dos estrellas del Cielo,
en sus ojos colocó.
Sangre de la Diosa Amor,
para la boca de grana,
la que mordió la manzana
que al pecado nos llevó.
La dotó de gran ternura.
Le dio alma y corazón
y en su vientre se encarnó
la generación futura.
En sus pechos puso Dios
el sustento de la vida.
Esposa, madre y amiga,
así la quiso el Creador.
Hombre y mujer de la mano,
emprendieron el camino,
por las sendas del destino,
del amor y del pecado.
Si en el vientre de María
el Salvador fue engendrado,
por una mujer morimos,
por otra fuimos salvados.
Julia L. Pomposo