Yo lo recuerdo desde que era niña y con el paso de los años fui testigo de los cambios producidos en su indumentaria. En primer lugar su vestimenta original fue, chaquetilla y gorro puntiagudo, ambos de un color rojo muy vivo y su pantalón de un tono marrón oscuro. Tiene una barba blanca y rizada y en su boca una eterna pipa de bambú. En su mano derecha lleva un farol, en el que se podía leer en pequeñas letras metálicas, parte de una palabra, a la que se le habían caído las primeras letras y nunca supimos que querían decir aquellas cuatro letras, "…sute", siempre pensamos que debía de ser lo que quedaba de la marca del fabricante. En ese farolito, recuerdo que mi abuela solía meter un trozo de vela encendida y quedaba muy bonito, sobre todo en las letárgicas noches mediterráneas de agosto, además la luz de la vela atraía a mosquitos, polillas y otros insectos voladores, librándonos así de sus molestas picaduras.
Después, cada vez que en casa de mis abuelos se pintaban las verjas de hierro y las cercas de madera que rodeaban los parterres de flores a nuestro pequeño gnomo lo vestían con el mismo color, supongo que para remediar los estragos del sol y la lluvia y que de paso, quedara a juego con lo demás. Por otra parte, eran otros tiempos y no se tiraba nada, en alguna ocasión por rebañar la lata de pintura al máximo, nuestro amigo se había quedado con su ropa a medio pintar, hasta la próxima ocasión.
Pasaron los años, los nietos crecimos y abandonamos la vieja casa, donde hijos, padres y abuelos, habíamos vivido días felices. Pasado un tiempo mi abuelo murió y ocho años después, mi abuela. Entre todos decidimos cerrar la casa hasta ver que se hacía con ella y el pobre gnomo quedó allí solo, abandonado y olvidado de todos.
Hoy, después de muchos años, decidí acercarme al pueblo para ver como seguía la vieja casa. Ya desde lejos pude apreciar su decadencia: persianas rotas, el canalón que bordea el tejado colgando de una esquina y la maleza y la mala yerba invadiéndolo todo y por dentro todo cubierto por una gruesa capa de polvo, el viejo columpio que nuestro abuelo nos hizo, yacía en el suelo, a los pies de la higuera con la soga podrida por las inclemencias del tiempo y los años transcurridos. La buganvilla, tantos años sin haber sido podada, se había vuelto tan enorme que enredaba sus ramas en la higuera en salvaje abrazo. Seguí deambulando por entre los parterres ahora poblados de ortigas, cuando entre la maleza de pronto distinguí algo rojo y brillante y cual no sería mi sorpresa cuando al acercarme pude ver al viejo gnomo más reluciente que nunca, dándome la bienvenida mientras me alumbraba el camino con su farol encendido, al que por cierto, ahora también le faltaba la “u” de la antigua palabra, ahora solo se podía leer “…s..te”
...Y llámenme loca, pero de pronto aquella figurita inanimada cobró vida y me sonrió guiñándome un ojo y dejando caer su eterna pipa y os juro, os juro, que como en un susurro me dijo "Gracias por venir a rescatarme"
Pobrecillo...menos mal que pasaste.
ResponderEliminarUn saludo.
Si, jajaja, nunca es tarde.
EliminarGracias por tu visita. Abrazos
Es que debió ser duro quedarse solo después de años de ser testigo de la vida familiar de la que seguro se sintió parte, y ver lo que el abandono hacía con el entorno. Reconocer una cara familiar tuvo que llenarle de alegría y esperanza.
ResponderEliminarEs todo muy tierno, desde los días felices, hasta el decadente y nostálgico final.
Besosss
¡Y qué lo digas!, hasta las piedras tienen su corazoncito.
EliminarBesos
Ay,la casa de los abuelos!!cuántos recuerdos eh,me gusta el gnomo:).
ResponderEliminarMuchos besos Julia:):)
¡¡¡Teresa!!!
EliminarMe da mucha alegría verte de nuevo por estos lares, espero que todo te vaya mejor y nos regales tus "no cuentos", esos que tanto nos gustan.
Me alegrode todo corazón de recuperarte.
Besos
Una bonita historia que la nostalgia te ha hecho ver la sonrisa del gnomo.Besicos
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado mi micro relato, todos necesitamos atención y amor, hasta un pequeño gnomo de jardín.
EliminarBesos
Precioso relato.
ResponderEliminarBesos.
Gracias María, por tu comentario y sobre todo por tu visita, que siempre es recibida con alegría.
EliminarBesos
Enternecedor Julia, precioso amiga, y sí, hasta la piedras pueden vibrar.
ResponderEliminarUn besazo.
Muác!!!
Gracias Carmen por venir siempre a comentarme. Me alegra mucho que te guste lo que escribo.
EliminarUn besazo
Que bonito.que recuerdos y el gnomo alli esperandote. Besos
ResponderEliminarPues si, pobrete.
EliminarGracias por tu visita y tu comentario, son lo que da vida al blog.
Besos
uuuuff y seguro te sonrió yo te creo sabes que allí esta la magia a pesar de los gris que podías observar el paisaje y allí estaba él para darte la acogida , muy dulce tu relato , besos amiguita desde mi brillo dle mar
ResponderEliminarGracias Beatriz. A veces siento deseos de que esas cosas sean verdad, para que nunca se pierdan la magia y la fantasía.
EliminarGracias amiga poetisa por tu visita.
Besos
Precioso y encantador relato. Cuanta alegría debió sentir el gnomo al sentirse rescatado, por quien de niña había disfrutado de su compañia.
ResponderEliminarUn beso grande.
Gracias Josefa. A veces la imaginación te juega malas pasadas o buenas pasadas, como en este cuento.
EliminarBesos
Julia el gnomo se lavo y se puso guapo porque savia que iba a tener una visita pues seguro que se alegro un montón de verte porque con todo lo que a tenido que pasar primero lo tiran a la basura como un trasto viejo segundo a tenido que estar mucho tiempo abandonado menos mal que por fin lo rescataste.Un saludo y a soñar
ResponderEliminarGracias Maudilio, me alegra que te guste mi cuento.
EliminarNos vemos el viernes